Si hay una época del año que genere controversia es la Navidad. Cualquiera que pase al menos cinco minutos en las redes sociales en estos días estará de acuerdo. Mirando un poco más allá de los argumentos encendidos, no se trata sólo de debatir sobre hipocresías, regalos y consumismo; la Navidad hace aflorar reflexiones de todo tipo sobre la condición humana. Reflexiones que, por supuesto, no pasan desapercibidas a los contadores de historias, ni al género de la ciencia ficción que tanto se nutre de ellas.
Y si hay una serie de ciencia ficción que tiene una especial vinculación con la Navidad es sin duda Doctor Who. Hoy vamos a mirar un poco más allá de la literatura, pero tampoco nos vamos demasiado lejos: Doctor Who, aunque naciera en el mundo de la televisión, se ha expandido a multitud de formatos diferentes, desde el cómic hasta las novelas o los audio-books, creando con todo ello un inmenso tapiz en el que todo (o casi todo), por increíble que parezca y por muchas manos que hayan tejido en él, está conectado.
ATENCIÓN: este post contiene algún que otro spoiler light del último especial de Navidad, Last Christmas.
Cabría pensar que la Navidad, en una serie como ésta, que tanto prioriza el target infantil-juvenil, se trata de una manera afable, condescendiente; que se convierte, como sucede con los capítulos especiales de tantas otras, en una simple excusa para poner un granito de arena en ese clima de buenos deseos que necesariamente tiene que expandirse en estas fechas. Y en la mayor parte de los casos, los especiales navideños de Doctor Who cumplen con la primera premisa: una estructura de cuento, tópicos de la estación por doquier y niños, que no falten. Pero ahí paramos de contar. La maestría de Doctor Who se encuentra precisamente en darnos un decorado evocador, fascinante, y al mismo tiempo situarnos frente a una mirilla con la que escudriñar entre bambalinas algo mucho más oscuro. La exploración del alma humana alcanza su cenit en los capítulos especialmente pensados para estas fiestas, ya sea desarrollando aspectos propios de la estructura interna de la serie o extrapolando ideas más allá.
La Navidad como reestructuración
La etapa final del año se prodiga en reuniones con amigos y familiares, y en ellas nos vemos obligados a mirar a la cara a los demás, eso que en ocasiones procuramos evitar. Porque el abismo nos devuelve la mirada y cualquier crítica o juicio acaba retornando a nosotros. Nos planteamos qué clase de personas somos y hemos sido; todos esos momentos bochornosos del año vuelven a nuestra memoria (ojalá sólo fueran los de ese último año…), y no nos queda más remedio que caer en la espiral de los propósitos renovados. De la reestructuración. De la regeneración, esa palabra que tiene un significado capital en la mitología de Doctor Who.
No es casualidad, está claro, que en la nueva etapa de la serie se hayan escogido los especiales de Navidad para mostrarnos las regeneraciones del Doctor. Dejando a un lado el secreto a voces de la marcha de Christopher Eccleston en la primera temporada, tanto el Décimo Doctor (David Tennant) como el Undécimo (Matt Smith) nos dijeron adiós en sendos capítulos navideños. El primero llegó en un especial de Navidad (The Christmas Invasion, 2005) y en otro se marchó (The End of Time, 2009), mediante una larga despedida a todos los personajes y compañeros que habían sido importantes durante su trayectoria (un recurso un tanto tramposo que nos reflejaba a nosotros directamente); el segundo, en otra prolongada agonía que nos hizo ver que no siempre los accidentes fortuitos pueden ser la causa de la “muerte” del Doctor (The Time of the Doctor, 2013). En un caso y en otro, se trata de momentos agridulces, que juegan con el concepto flexible del tiempo y el espacio, y que nos lanzan un mensaje que encaja perfectamente con el momento del año que vivimos. Siempre es triste mirar atrás, siempre cobrarán mayor fuerza y presencia en nuestra memoria los momentos amargos, las oportunidades perdidas, las despedidas que se saben eternas. Pero no es más que un cambio de cara también para nosotros, ¿o acaso somos los mismos que éramos años atrás? La regeneración en el nuevo período es inevitable, nos guste más o menos pensar en ella o escribir listas que nos lo recuerden a lo largo del año. Y no tiene que ser algo penoso o miserable: como le sucede al Doctor, puede ser el preludio de nuevos retos y rincones que explorar.
Un caso aparte es el especial de 2008, The Next Doctor. Una broma interna como punto de partida (el Doctor se encuentra consigo mismo… sólo que no), y una forma de obligar a nuestro protagonista a mirarse en un espejo que no le favorece en absoluto; ese mismo abismo que nos acosa y nos perturba cuando llega el momento de la reflexión, cuyo misterio debemos desentrañar para llegar a reconciliarnos con él.
El Doctor y los niños
No podemos obviar lo que hemos comentado arriba: la Navidad es una época especialmente importante para los niños. Y los niños son especialmente importantes para el Doctor. Fuera de la pantalla y también dentro de ella: son ellos quienes consiguen ver su auténtica esencia, resistiéndose incluso al engaño del papel psíquico (A Christmas Carol, 2010), en ocasiones hablando su mismo idioma (Closing Time, 2011). Y el Doctor, lo hemos sabido en la octava temporada, no deja de ser un niño al que le aterra crecer y tomar responsabilidades que no soporta, en una constante huida hacia adelante para arrojar luz a las sombras (Listen, 2014). Así que no es de extrañar que hayamos tenido hasta la fecha varios especiales navideños centrados en la infancia. A Christmas Carol, en 2005, es una suerte de Cuento de Navidad deconstruido que pone sobre la mesa la idea, tan esperanzadora, de que el niño en nuestro interior no muere ni se marchita jamás. Un episodio que juega con el sentido de la maravilla desde los ojos infantiles, idea que rescatará posteriormente The Doctor, The Widow and the Wardrobe (2011). Homenaje claro al mundo de C.S. Lewis desde todas las perspectivas posibles: partiendo de los paralelismos con el mundo de Narnia y terminando en esa segunda capa dirigida a los adultos, a los que deja claro que el verdadero drama no se desarrolla en el mundo fantástico sino en el real, en un trasfondo de sobra conocido y cercano. Algo que también trató de hacer la saga de Lewis, con mayor o menor fortuna (y recursos bastante discutibles) a lo largo de toda su existencia.
Aunque The Snowmen (2012) está pensado como carta de presentación de Clara y del gran misterio de la séptima temporada, no deja de tener un punto de apoyo bastante importante en la presencia de los niños: la Tierra entera está en riesgo, pero son los niños los que hay que proteger frente a todo, frente al peligro inmediato. Además, la presencia del curioso trío detectivesco formado por Vastra, Jenny y Strax también aporta esa nota infantil, pensada para mantener a los pequeños interesados en momentos clave de la narración mientras los adultos van recogiendo las migas de pan de Steven Moffat en su grande ouverture.
Last Christmas, el especial de este 2014, es quizás el que presenta mayor orientación hacia el público infantil en su premisa inicial: el Doctor se atreve a desvelarnos el verdadero misterio de Papá Noel y su identidad. O quizás no… Moffat equilibra con maestría el tono ligero, perfecto para los niños (las bromas y conversaciones entre Papá Noel y sus elfos seguro que han hecho las delicias de los pequeños) con una historia de fondo mucho más enrevesada, escrita en su estilo más inconfundible (enemigos de aspecto perturbador que se nutren del miedo y la atención de sus víctimas), para los adultos.
El Doctor y el amor
También hay sitio para el amor en esta nueva etapa de Doctor Who, algo que en el pasado se dejó siempre en un plano más secundario. Los dos showrunners, Russell T. Davies y Steven Moffat, lo han explorado de manera bastante diferente: el primero no dudó en asociarlo directamente al Doctor y sus compañeras (ganándose con ello críticas de no pocas voces tradicionales), mientras que el segundo ha optado por colocar la pieza en el tablero de los personajes secundarios. Sea como fuere, es otro de los tópicos recurrentes en cualquier capítulo de Navidad, una época que nos reblandece y nos hace propensos a consumir historias de este tipo.
No se puede decir que Doctor Who haya centrado sus capítulos navideños en este tema de forma directa, pero lo encontramos presente con mucha fuerza en el citado A Christmas Carol (2010); en Voyage of the Damned (2007), episodio cargado de adrenalina pero también profundamente triste, donde la camarera del Titanic encarna el amor a primera vista, imposible; y por supuesto en The Runaway Bride (2006), que ya de por sí comienza con una boda fallida. El capítulo sucede inmediatamente después de que el Doctor pierda a la mujer que amaba, y toda la historia tiene como telón de fondo su intento desesperado de evitar el aguijón del recuerdo. Es un Doctor amargado, nada amable, que hemos visto más de una vez: que da rienda suelta a la ira y sólo detendrá su mano en el último momento, gracias a la ayuda ajena.
El reciente Last Christmas también explora el amor desde las dos perspectivas posibles: en primer lugar, al plantear la conclusión de la historia de Clara y Danny, quizás su despedida definitiva en una época que, nos dice Danny, está plagada de despedidas ignoradas. En segundo lugar nos presenta la dimensión del amor familiar y fraternal. Ya lo hizo el especial The Doctor, The Widow and the Wardrobe, pero en este caso va un paso más allá: nos demuestra que los lazos de la amistad puede ser tan estrechos como los de la consanguinidad. A menudo, más aun que éstos.
¿Se puede ver alguno de estos episodios por separado, conociendo poco de la serie? Lo cierto es que sí. Lejos de ser un recurso de relleno, pensado para conseguir audiencia en una de las noches más importantes del año televisivo, los episodios de Navidad ponen toda la carne en el asador. Los grandes temas y escenarios de la serie sirven como presentación y preludio a nuevas historias, muestran una y múltiples capas de significado a la vez, pero nunca pierden de vista el objetivo principal: convertirse en un entretenimiento que podamos disfrutar en compañía, mayores y pequeños por igual. Y enganchar a nuevos fans por el camino, por qué no.
Grande Doctor Who