España ha sido cuna de grandes odas a la fantasía. Nada que sorprenda en un país que en su día fue capaz de recibir sobrenombres tan hermosos como el de “el imperio donde no se pone el sol”. El realismo, que no la realidad, terminó por ganarle la mano al género fantástico en la producción artística, al menos de cara a la galería. La inyección de pesimismo y derrotismo recibida un siglo tras otro tiñó el espíritu del artista de amargura, y relegó a un segundo plano todo lo que pudiera identificarse con escapismo vacuo. El consabido argumento, tantas veces erróneo, que se limita a mirar el colorido de la alfombra en vez de levantarla; que obvia las capas, los referentes y el valor crítico de ese distanciamiento al que Brecht convertiría en un recurso literario con entidad propia.
El género fantástico en España ha recorrido un camino difícil pero se ha mantenido tenaz, evolucionando en su nicho y liberándose poco a poco de prejuicios internos. Los seudónimos anglosajones que muchos autores tuvieron que asumir como una “máscara” de calidad son ya cosa del pasado; ahora, los nombres patrios se enarbolan con orgullo. Y lo más interesante, claro, es que haya creadores que se muevan entre “fronteras”, mostrando que el fantástico, en el fondo, no es cosa de normas o etiquetas sino de perspectivas. En esta idea podemos encontrar claramente una de las motivaciones de los hermanos Olivares, Pablo y Javier, guionistas, a la hora de imaginar El Ministerio del Tiempo, serie que emite TVE los lunes a las 22:00. Ambos venían de crear ficciones de época con notable éxito, ¿por qué no atreverse, se dijeron, con una historia que fuera de todas las épocas?
Una frase que sintetiza de manera acertada y preciosa el concepto del viaje en el tiempo. Un subgénero moldeable, quizás el que más dentro del fantástico, que funciona perfectamente (si cae en las manos adecuadas) tanto desde la complejidad que nos retuerce la mente como desde la sencillez y el sentido de la maravilla. Este último ha sido el enfoque escogido en El Ministerio del Tiempo, con un criterio impecable teniendo en cuenta las características de la cadena en que se emite. Prueba de ello es que no sólo los consumidores ávidos de ciencia ficción han recibido con entusiasmo el estreno de la serie sino también el público más casual, que ha demostrado mayor interés que recelo ante una historia de estilo tan poco frecuente en nuestra ficción.
El sentido de la maravilla es la clave. El Ministerio del Tiempo es una institución del gobierno que vela por mantener la estabilidad en nuestra línea temporal, por preservar la historia tal como la conocemos. Para ello se vale de una red de puertas que conectan con puntos del pasado, en los que se sitúan funcionarios que sirven de enlace con las llamadas Patrullas del Tiempo. No nos importa especialmente cómo funcionan estas puertas más allá de la explicación somera que recibe uno de los protagonistas, Julián, en el primer capítulo (seguro que más de uno tiene un déja vu de su primer día de trabajo). No hace falta, como tampoco eran relevantes para la dinámica de la serie los entresijos cuánticos en A través del tiempo (Quantum Leap en el original). Los hermanos Olivares no la citan como referente directo, pero la conexión es bastante notoria: en ambas series lo fundamental es mantener la historia tal como la conocemos, aunque en el caso de A través del tiempo el doctor Samuel Beckett buscaba, además de la innovación tecnológica, el altruismo. En el Ministerio, quien mueve los hilos es un enlace del gobierno, así que éste es quien decide las misiones en las que se embarcan las patrullas. Es decir, cuál será en última instancia, el currículum histórico oficial de nuestro país mediante la intervención o no en esos bugs temporales. Nos suena de algo, ¿verdad? Se trata de un tratamiento metadiscursivo que cimenta la narrativa de la serie, bebiendo de una paradoja sutil (¿estamos asistiendo a la reescritura de nuestra historia… o a la escritura?); muy interesante para nosotros, sí, pero con ciertos problemas morales añadidos para los protagonistas.
Y es que ser parte de una Patrulla del Tiempo no parece cosa sencilla. Los protagonistas (Julián, un enfermero del siglo XXI, Amelia, una de las primeras mujeres universitarias del XIX, y Alonso, un soldado de los Tercios del siglo XVI) pronto se darán cuenta de que el remordimiento será más poderoso que el sentimiento heroico durante sus misiones. No es un trabajo que pueda realizarse desde el desapego y la distancia: los condicionantes emocionales y los propios lazos personales se interpondrán, directa o indirectamente. La paradoja, así, se revela en una doble vertiente, como parte del contexto y como ironía amarga subyacente en cada momento. ¿Para quién se preserva esa historia? ¿Hasta qué punto es posible la objetividad, el moverse entre cuadros blancos y negros, en un trabajo así? Elementos de ese realismo enquistado en nuestra tradición que se filtran también en la producción fantástica, demostrando, como decíamos al principio, que las barreras entre géneros son son convenciones sin sentido.
Por el momento hemos visto capítulos autoconclusivos, divertidas historias en las que personajes fundamentales de nuestro acervo cultural cobran vida; dejan de ser nombres en un libro para convertirse en personas reales, con sus claros y sombras. Es de suponer que a lo largo de la temporada, de momento de ocho capítulos, veremos el desarrollo de algunas tramas de fondo que se han insinuado hasta ahora, y que se nos planteará lo que puede dar de sí esa cara oculta del Ministerio y su sistema. Algunos funcionarios puede que tengan sus propias motivaciones para hacer uso de las puertas… y posiblemente nos encontremos a los némesis de nuestros protagonistas, como Sam Beckett tenía a su evil leaper.
Para concluir, os dejamos con un invitado de excepción: hemos tenido el placer de charlar con Javier Olivares, quien nos ha desarrollado algunas de las claves de la serie, e incluso pequeñas pinceladas de lo que está por venir. ¡Muchísimas gracias de nuevo, Javier!
Javier Olivares: El público está abierto a cualquier tratamiento mientras esté bien hecho y exponga emociones que pueda sentir como propias.
En diferentes entrevistas te hemos escuchado hablar de los referentes de la serie en cine y televisión: las más evidentes, El túnel del tiempo y Torchwood. Pero, ya en el terreno literario, ¿cuáles han sido las influencias principales? Además de Las puertas de Anubis, cuya lectura citas como punto clave para que Pablo y tú comenzarais a idear El Ministerio del Tiempo, ¿qué otras obras os ayudaron a configurar la idea o las bases del entorno?
Wells siempre está presente. Como Asimov (El fin de la eternidad). A mí, en particular, siempre me ha llamado la atención En algún lugar del tiempo (Richard Matheson) -de la que se hizo una buena película, por cierto-, Un yanqui en la corte del Rey Arturo (de Twain), los juegos realidad-fantasía de Philip K. Dick, Stephen King y su 22/11/63… Pero Las puertas de Anubis para mí destaca por encima de todas, junto a Un soldado español de veinte siglos de Gómez de Arteche.
Y con respecto a los autores y la iconografía fantástica española, ¿veremos más referencias y guiños, como la inmensa escalera que remite a La torre de los siete jorobados? Es casi obligado preguntarte por El Anacronópete, de Enrique Gaspar. Personalmente eché en falta alguna mención en el primer capítulo. ¿Lo veremos homenajeado de algún modo?
De momento, no. Lo conocíamos, pero no hay ninguna referencia. La verdad es que creo que hay suficientes. Más paralizarían la frescura del guión. Y hay que pensar que las referencias esenciales son las que puedan tener los personajes protagonistas. Amelia es la más culta, pero muchas de estas obras no son plenamente (o nada) conocidas en su época. Y Julián es un tipo de Carabanchel, cuyas referencias son más populares (Terminator, Indiana Jones, Atrapado en el tiempo…) y más relacionadas con el cine, la música o la televisión. Y los que hablan son ellos, por mucho que nosotros escribamos sus diálogos.
Si pudieras elegir a algún escritor del fantástico, o algunos, para que escribieran un capítulo de El Ministerio del Tiempo, ¿cuáles serían los nombres?
Tim Powers y Stephen King.
Me parece toda una lección que tú mismo hayas calificado a El Ministerio del Tiempo más como “una historia fantástica” que como ciencia ficción. Sin embargo, yo casi me atrevería a considerarla “retrofuturista”, teniendo en cuenta que la tecnología avanzada que llevan los funcionarios al pasado sirve para alterarlo en mayor o menor medida (aunque sea de forma oculta). Sin caer en etiquetas, en todo caso, ¿te gustaría explorar otras parcelas del género fantástico en la serie en un futuro? Steampunk, ciencia ficción un tanto más hard, universos paralelos… ¿Crees que el público sería receptivo a esta clase de tratamientos, que tanto escasean en nuestra ficción?
Hay ciertos elementos steampunk (como el propio logo del Ministerio). la ciencia ficción hard es lo contrario de El Ministerio del Tiempo. Nada que ver con ella. Creo que el público está abierto a cualquier tratamiento mientras esté bien hecho y exponga emociones que pueda sentir como propias. Hay un término british (“telefantasy”) que creo que se ciñe muy bien a lo que hacemos.
En otra entrevista, mencionas que a la hora de plantear la estructura narrativa de la serie vuestro modelo fue la BBC, así como el estilo imperante en el norte de Europa (citando la fantástica Bröen). Me parece realmente interesante esta perspectiva, sobre todo teniendo en cuenta que los estándares de calidad, para mucha gente, se reducen a la HBO y poco más. ¿Crees que se ha configurado ya una corriente narrativa propia en la ficción audiovisual europea? ¿Cuáles serían, a tu juicio, sus características?
Creo que la buena ficción europea compite sin problemas (y a veces es superior) con cualquier otra, sobre todo la americana. Series como Bröen, Folbrydelsen, En Pilgrims Död, Les revenants, Engranages, Line of Duty, Happy Valley (y muchas que podría citar) no tienen nada que envidiar a nadie. Hay un ejemplo claro en series bélicas. Salvando la excepcional Bang of Brothers, series como Occupation o Warriors le dan mil vueltas a Generation Killer, por ejemplo.
Aparte de la calidad de sus propuestas, hay algo de conexión con lo real, con lo social, con explicar cómo es el mundo que vivimos que me llama especialmente la atención. No tiene miedo a mostrar la realidad, que se convierte en una capa narrativa paralela al género que traten.
Y, teniendo en cuenta nuestra historia y nuestra tradición, ¿qué crees que podría (o debería) aportar España a ella?
Yo, en España veo una ficción muy bien hecha y muy bien producida. Pero que, en general, y por criterios comerciales que entiendo perfectamente, procura no sobresaltar demasiado a sus espectadores. Pero el problema no son las grandes cadenas ni se les puede criticar nada. Hay otros factores que no son de su responsabilidad. Como la caída de TVE en audiencias tras la pérdida de medios propios como la publicidad. Una televisión pública es el motor necesario en ficción. También se echa de menos la falta de un canal de pago que produzca series (he echado mucho de menos más Crematorios, por ejemplo). Por eso me ilusiona la vía que se abre con Refugees por parte de Atresmedia. Creo que Cuatro y la Sexta podrían ser buenos espacios para hacer proyectos de más riesgo que no tengan las audiencias masivas como objetivo. Porque es la mejor manera de avanzar. Confío también que Movistar dé el paso que ha prometido en cuanto a producir series. Hace falta un tercer y hasta un cuarto cliente al que le puedas presentar proyectos para abrir más el abanico. Ésa es la clave de todo: el problema no es lo que hay. Es lo que falta.
Hablemos de los personajes de la serie, y no sólo de los principales. Hay un halo de desarraigo que flota en torno a todos ellos: desde los protagonistas, cada uno arrancado a su manera de su zona de confort, hasta esos secundarios que vienen de otros tiempos y no terminan de asentarse. El Ministerio funciona casi como un “universo de bolsillo” para ellos, un microcosmos protector. Esa sensación de desarraigo, ¿entronca de algún modo con la que vivimos en España en la actualidad, en este momento en que la emigración se dispara? Además de este detalle (que a lo mejor sólo es percepción mía), ¿hay algún otro aspecto sociológico actual que hayáis querido reflejar?
Lo de la emigración, no. Pero sin duda, en El Ministerio del Tiempo hay un desarraigo y un drama personal muy fuerte. Pero la ironía y el sentido del humor hacen que eso se remarque y sea más entretenido… pero ésa es la clave de la serie, que es bastante adulta en ese aspecto. También hay una visión un tanto amarga del concepto de patria. Pero planteada de forma muy berlanguiana. Pero creo que lo de “qué buen vasallo si tuviese un buen señor” es un lema que tendría que venir en el escudo de nuestro país con todas las letras. Antes y ahora.
¿Qué otro trío de personajes, reales o ficticios, te gustaría convertir en una Patrulla del Tiempo?
Un policía republicano en los últimos años de la Guerra Civil antes de que Madrid cayera. Una Bella Otero… Nos llegamos a plantear que el padre de Amelia fuera un funcionario de El Ministerio de su época… Un alumno de Ramón y Cajal… Un mago… Nos gustan personajes anónimos más que personajes históricos. Nos permiten crear más historias a su alrededor y respetar la Historia. Aunque el propio Enrique Gaspar sería un buen fichaje, la verdad. ¡Hay tantas posibilidades!
Gran parte del público que se ha volcado con El Ministerio del Tiempo seguro que acogería con el mismo entusiasmo productos derivados. Ya hemos visto fanfics, fanarts, hojas de personaje de juegos de rol… surgidos de manera espontánea (algo que debe de ser toda una inyección de ánimo). Si la serie se asienta lo suficiente, ¿os planteáis expandir su universo a otros medios? Novelas, cómics, juegos… ¿Qué te gustaría ver?
Estoy emocionado con toda esa repercusión. Demuestra que esta serie tiene un público. Y un público muy especial que probablemente no se había enamorado de esta manera nunca de una serie española. Estoy orgulloso de conseguir que Lope de Vega, El Empecinado… cuadrupliquen sus entradas en la Wikipedia o sean TT en Twitter. Ahora falta que eso se note en la audiencia que se mide tradicionalmente y nos concedan la posibilidad de seguir. Hasta que eso ocurra, mejor no pensar en lo que me gustaría ver o no. Da mal fario. Aunque sí te aviso de que tengo una oferta para convertir esta idea en novelas con historias nuevas siga o no la serie. En ese caso, parte de mis derechos los destinaría a Fundela, asociación que ayuda a los enfermos de ELA, la enfermedad que se llevó a mi hermano Pablo. De él fue la idea y no encontraría mejor manera de agradecérselo.
Enhorabuena por el texto y por la entrevista.
Me ha gustado mucho la entrevista, felicidades. Ahora a continuar viendo esta prometedora serie.