Un año más, el Certamen Carlinga de Relatos Cortos de Ciencia Ficción, ya en su tercera edición, nos ha dejado con un buen número de historias y participantes. Y un año más, os traemos un ganador y dos menciones de honor. El premio en esta ocasión ha sido para Diego Freire Camellese y su relato Gen Mutante; le acompañan, como finalistas, Rosa María Guijarro con Borrados, y Alberto de Frutos con El final de la partida. ¡Enhorabuena a todos!
Habría mucho que contar de todos ellos y de por qué, finalmente, fueron los que más llamaron nuestra atención, pero debido a su corta extensión no vamos a hacer una reseña en detalle, para no privaros del placer de la lectura y de las sorpresas que deparan. Sin embargo, no podemos dejar de destacar un vínculo interesante, un hilo que los une y que sirve como muestra evidente de los derroteros de la ciencia ficción actual: no viajamos a mundos imposibles o a realidades ajenas a la nuestra. Situados en una frontera difusa entre lo onírico y lo real, con una importante carga simbólica, los tres relatos optan por explorar problemas que nos aquejan en nuestro día a día, en una sociedad que camina incansable hacia la deshumanización: la incomunicación, la soledad, el egoísmo. La reclusión autoimpuesta, no sólo física sino también, más común, emocional. Es esa ciencia ficción que no remite a un horizonte lejano en el tiempo; antes bien, se imbrica en nuestro mundo, emplea lo fantástico como un macguffin para volver la mirada hacia nosotros mismos. ¿Por qué no podrían ser historias reales las que leemos? Al fin y al cabo, sólo los protagonistas son conscientes de ellas… y los autores nos hacen partícipes del secreto, durante unos minutos, permitiéndonos mirar por el ojo de la cerradura.
En Gen Mutante, es la angustia de los protagonistas la que termina somatizándose a través de un extraño superpoder… por así llamarlo. Borrados realiza hábiles malabarismos con el nihilismo y la serendipia, y El final de la partida, en la mejor línea de las historias de terror clásicas, nos mete la inquietud en el cuerpo mediante lo excéntrico, lo que sabemos que no tendría que estar allí. Lecturas sutiles, misterios fugaces, que saben cómo dejar poso en nuestra mente.
Os dejamos con la entrevista a nuestro ganador, Diego, donde nos habla de su faceta como autor y de otras ramas de su producción. Esperamos que disfrutéis tanto conociéndole como nosotros charlando con él.
Diego Freire: “Escribir es una cuestión de ego, de encontrarte a ti mismo y tu lugar en el mundo.”
Encantados de charlar contigo, Diego, y enhorabuena por el premio. Háblanos un poco de ti: a qué te dedicas, cuál es tu relación con la literatura.
Para empezar, soy un gallego viviendo en Madrid, lo cual es una profesión a tiempo completo. Cuando la polución o la inmensidad de esta ciudad no me tienen ocupados, curso un máster en Comunicación Audiovisual para la Era Digital (suena terrible, lo sé) y subtitulo películas de vez en cuando.
Supongo que mi relación con la literatura es de esas que llevan ahí desde siempre. Cuando no sabía leer, me leían y cuando aprendí a leer, ya no necesitaba nada más. Eso en el plano consumidor, en el que le he dado a todo sin reparo alguno. Como toda persona que ha leído por voluntad propia, siempre he tenido esas ganas de escribir. Es barato, es fácil de llevar a cabo y los resultados, en apariencia, son inmediatos. No es como hacer una canción o rodar una película. Coges un bolígrafo y un papel y lo haces. Sin embargo, nunca me lo había planteado en serio hasta que, hace como diez años, mi madre, Teresa Cameselle, ganó un certamen de novela. Le dieron una cantidad considerable de dinero y le publicaron su primer libro. Desde entonces no ha parado. Ha sacado un libro al año, pasando desde editoriales pequeñas a editoriales más grandes. Este proceso materializó, hizo aún más patente y real, mis ganas por escribir. Escribir es, en gran medida, una cuestión de ego. Pero también de encontrarte a ti mismo y tu lugar en el mundo.
¿Cómo llegaste hasta Carlinga y su concurso? ¿Has participado en otros concursos de relatos del mismo estilo?
Por Twitter, creo. Seguramente fuese Twitter. Cuando algo sucede o quiero enterarme de algo, voy a Twitter. Es ya automático. “Mira a ver qué dice Twitter”.
Justo a la vez que en el de Carlinga, participé en un certamen de relatos de Fuenlabrada sobre Lovecraft. Lovecraft y Fuenlabrada en el mismo relato. Diez páginas que escribí en una tarde. No conseguí ganar, pero sí aparecer en el libro Mitos de Fuenlabrada, con otros doce relatos estupendos. No soy muy dado a participar en certámenes, pero el año pasado me animé y participé en tres o cuatro. Solo con este y con el de Fuenlabrada saqué algo en claro.
Participo, eso sí, desde hace tres años en el NaNoWriMo. Escribir una novela de 50.000 palabras en noviembre. Nunca lo he conseguido, pero como el único jurado eres tú y una página que monitoriza tus avances, nada de reproches. Este año volveré a intentarlo. Espero fracasar más y mejor que el año pasado.
Cuéntanos ahora sobre Gen Mutante. El aislamiento y la incomunicación son dos elementos muy presentes en el relato, y se diría que son lo que desencadena, cada uno a su manera y en diferente medida, los poderes de los protagonistas; un poco al estilo de la serie de televisión británica Misfits. ¿Por qué esta elección del tema, hubo alguna “chispa” concreta que te inspirase para ello? ¿Te has planteado seguir explorando la misma idea en historias posteriores? Lo veo como algo con muchas posibilidades, quizás una antología en la que se siga tratando esa clase de dicotomías o problemas sociales a través de las mutaciones…
Todo empezó con tres tuits. ¿Ves? Twitter. Me apasionan los X-Men. Me parece un macrouniverso dentro del multiverso tremendamente rico. Había leído primero los New X-Men de Morrison, que aún a día de hoy y tanto tiempo después sigue siendo mi cómic favorito, y luego los X-Men de Claremont y Byrne, mito fundador de una forma de afrontar a los superhéroes. Me preguntaba, por entonces, qué haría yo si tuviese la posibilidad de infiltrarme en ese universo.
Por desgracia, siempre he sido de historias muy pequeñas. No se me dan bien las grandes explosiones, los viajes a otros continentes o los viajes en el tiempo. Me gustan los pisos de estudiantes, los bares oscuros, las relaciones personales esbozadas con rasgos cubistas. Pensé que con en la adolescencia, etapa en la que se revelan estos poderes, uno tiene relaciones desestabilizadoras. Te estás buscando y acabas con malas compañías o gente despreciable. Es lo normal. Y me pregunté qué pasaría si, además de eso, tienes una relación nociva. Normalmente, en cierta narrativa actual, se interpela a las adolescentes para que huyan de las relaciones abusivas o violentas, como si fuese culpa suya. Y es una culpabilidad, una carga, que tiene que revelarse como falsa: no es cosa de ellas, sino de la educación que se le da a ellos. Los mutantes siempre han servido como paradigma de los marginados (por clase, por raza, por orientación sexual…), así que me serví de la misma idea.
Te lo creas o no, sí que pensé en una antología con el gen mutante como hilo conductor. Desvelar ciertas actitudes del mundo, a muy pequeña escala, mediante habilidades alejadas de la norma. No sería como luchar contra Magneto, pero a mí me gustaba. No lo llevé adelante, claro.
¿Tienes algún autor preferido de relatos? Y en el ámbito más general del fantástico y la ciencia ficción, ¿algún imprescindible que nos recomiendes leer?
Ay, soy muy clásico para esto. Me gusta muchísimo Kafka, que me enseñó el valor que puede tener una sola página, también Ray Bradbury y, por supuesto, Philip K. Dick. Lo que hacen estos dos hombres con la ciencia ficción, y con lo que no es ciencia ficción, es increíble. Tengo un par de antologías de ciencia ficción rusa de principios de siglo pasado que también tienen mucho que contar. Ambos cayeron en mis manos de casualidad. Los hermanos Strugackij me gustan mucho, en el par de relatos que pude leer suyos.
Tengo que recomendar aquí autores y libros al margen de lo típico. Por favor, leed más pulp. Es tremendamente machista y sexista, pero tiene una vida inmensa. Si empiezas a tirar de los múltiples hilos que tenía Robert E. Howard no acabas nunca. Lo mismo sucede con Silver Kane, mi autor pulp español favorito. Todos ellos son víctimas de su tiempo, de lo poco que les pagaban y la velocidad a la que escribían. Pero creo que son uno de esos gigantes sobre los que podemos caminar para elevarnos más. No puedo evitar ver como muy pulp ciertas historias de Ursula K. Le Guin, lo cual confirma mi idea de que el pulp es algo extensísimo y acepta perfectamente cualquier permutación e iteración posible.
Luego, fantástico que no se considera como tal, El ocupante de Sarah Waters, por ejemplo. Una historia de fantasmas y casa encantada sin ninguna de las dos cosas, pero con ese ambiente y esa temática vertebrando el relato. Lo mismo sucede con Orlando de Virginia Wolf. O La saga/fuga de J. B., un libro monolítico que llevo leyendo siete u ocho años. Para terminar, necesito mencionar a Francisco Serrano, que ha escrito para Libro de notas y cuyo libro, Perros del desierto, es un ideal que me gustaría alcanzar.
Por último, dinos cómo podemos seguirle la pista al Diego creador de historias más allá de Carlinga. ¿Algún blog donde tengas tus relatos, alguna publicación de la que te sientas particularmente orgulloso? ¿Qué nos invitas a leer para saber más de ti y de tu producción? ¿Y qué tienes en mente a corto plazo en este aspecto?
Tengo un blog donde solía escribir una historia en partes sobre Juana, un personaje que llevo desarrollando cuatro años ya, pero lleva parado un tiempo. Se puede encontrar en Juana Post Mortem, heredera de Juana Te Ama, aunque este último es demasiado viejo como para hacerme responsable de nada de lo que ahí aparezca.
Fuera de la ficción, escribo en mi blog Canaan Negro sobre cine o, más o menos, todo lo que se me cruce por delante. También escribo sobre videojuegos en Indieorama con gente maravillosa que me obligan a ser mejor constantemente. Además, mi Twitter es infalible para saber en qué ando: @Kyuni.
En el último año he dado mis primeros pasos en el mundo de la ficción interactiva a través de la herramienta Twine, con el relato-juego-reflexión Bar: Una historia de amistad. Creo que seguiré con los certámenes de relatos, disparando a la oscuridad a ver si sucede algo. Me gustaría ser capaz de terminar algo más largo, ya que he empezado un puñado de cosas que siempre acabo dejando a las cuarenta o cincuenta páginas, por tedio conmigo mismo. Bradbury, en su autobiografía/libro sobre escribir, dice que lo más importante a la hora de empezar a escribir es terminar lo que escribes. Algún día lo conseguiré.