La literatura juvenil presenta, según mi percepción, una notable evolución desde hace varios años. Cada vez son más autores los que conozco que se animan a escribir para lectores jóvenes, cosechando así una gran cantidad de géneros y estilos distintos, y una excelente calidad literaria. He sido consciente de este fenómeno igualmente en el panorama nacional, donde aparecen nuevas remesas de escritores jóvenes cada vez más frecuentemente, con mayor o menor experiencia, haciendo sus incursiones y enriqueciendo el género fantástico actual.
Estas nuevas remesas de escritores están revolucionando no sólo las redes sociales, donde se hacen eco de sus publicaciones y muestran una cercanía envidiable con su público (que por desgracia, creo que es una cualidad poco atribuible a otros autores más consagrados), sino la forma de hacer una literatura que sea crítica con la realidad. Todo esto sin dejar de lado elementos propios del género fantástico y mucho menos, sin resultar inaccesibles a todo aquel que quiera disfrutar de sus historias, al menos desde mi punto de vista. Entre estos nuevos autores, por tanto, cabe destacar el trabajo de dos jovencísimas escritoras que han encandilado a centenas de lectores, pese a sus pocas publicaciones hasta la fecha: Iria G. Parente (1993) y Selene M. Pascual (1989).

Desde que ambas autopublicaran su primera novela Pétalos de papel (2011), han conseguido ganarse un puesto muy destacado con otros dos libros, escritos también a cuatro manos, desarrolladas en escenarios extraídos directamente de su imaginación. El pasado 2014 se publicó Alianzas, primera parte de una trilogía titulada Cuentos de la luna llena, donde las intrigas políticas y palaciegas se mezclan con la magia, las hadas y un elenco de personajes muy acertado y carismático. Su última novela, publicada el pasado mes de septiembre, es una historia independiente ambientada en el mismo universo que Alianzas. Su título, Sueños de piedra, esconde no sólo las aventuras de tres individuos completamente opuestos y con un oscuro pasado, al que tendrán que enfrentarse en numerosas ocasiones, sino también una importante crítica a la sociedad actual, todo camuflado en una historia fantástica donde criaturas de los cuentos clásicos también tienen su papel.
Ellas son el principal ejemplo de que la literatura fantástica, en cualquiera de sus manifestaciones, no genera un tipo de libro apto sólo para evadirse, sino que también puede servir como vía para la reflexión, la crítica y la rotura de convencionalismos muy arraigados. Esto me sirvió como punto de partida para plantearles dos preguntas. La primera de ellas, en lo referente a qué temas les gustaría tratar en el futuro, responden con total sinceridad que no se van a cerrar a nada. Y hacen la siguiente declaración: “En Sueños de Piedra hemos hablado de machismo, trata de blancas, prostitución y violencia de género, porque en ese momento quisimos hablar de ello; en nuestro próximo proyecto tratamos distintas sexualidades, porque también nos apetecía… Supongo que en cada proyecto hablaremos de aquello que nos apetezca hablar, o de aquello que la historia pida. Lo importante es no cerrarse o limitarse a uno mismo”.
En cuanto a la segunda pregunta que les planteo, sobre qué es lo que ellas creen que aportan, especialmente en libros juveniles, me responden humildemente, y además me sorprenden con una respuesta tan directa como la siguiente: “Lo que sí hemos notado ahora con la publicación de Sueños de Piedra es que los jóvenes están hartos de que les traten como tontos: quieren leer sobre cosas reales (incluso si es un marco fantástico, como hacemos nosotras), quieren que les hagan pensar, quieren debatir, quieren preocuparse de la realidad y que los libros les ayuden a ello, y sobre todo no quieren que les consideren “inferiores” o “incapaces” de leer o comprender ciertas cosas. Creemos que nosotras escribimos, o intentamos escribir, sabiendo que el joven puede hablar, leer y pensar de todo como cualquier adulto, y eso lo agradecen”.
Así pues, queda patente que la confluencia de dos elementos a menudo desprestigiados entre ciertos colectivos, como puede ser la literatura fantástica (a menudo considerada sólo apta para frikis) y la literatura juvenil (muchas veces catalogada como “literatura basura”), no sólo llegan a generar interesantes lecturas en las que se tratan muchos y diversos temas. Sino que además, se está desarrollando una corriente de escritores de calidad, sin más pretensiones que las de llegar a los lectores de cualquier edad, a través de historias no sólo mágicas y embaucadoras, sino haciéndoles conscientes de la realidad y tratándolos con el debido respeto.