¿Qué es el viaje del héroe? ¿Es inventar nuevas historias la clave para triunfar en el mundo de la literatura?
Primero deberíamos preguntarnos, ¿es posible a día de hoy inventar nuevas historias? Y, si lo fuera, ¿es necesario? Hemos escuchado en infinidad de ocasiones que el único límite es la imaginación. Como editorial, a diario recibimos en nuestro correo propuestas editoriales repletas de personajes revolucionarios, tramas inauditas y estructuras imposibles, o eso aseguran sus autores. Pero, sea de manera consciente o no, los elementos siempre se parecen sospechosamente. ¿Puede que, queramos o no, acabemos repitiendo las mismas historias una y otra vez?
Según Joseph Campbell (1904-1987), profesor universitario y escritor norteamericano especializado en el estudio de la mitología y la religión comparada, la respuesta es sí. Campbell descubrió la repetición de un molde o patrón básico en muchos relatos procedentes de todo el mundo y lo describió ampliamente en su libro El héroe de las mil caras, unas de las obras más influyentes en la literatura del siglo XX.
Campbell afirmaba que los nudos básicos que atraviesan los grandes mitos, historias y religiones de la humanidad son, a grandes rasgos, una única historia repetida una y otra vez. A esta gran historia la nombró el monomito o, como ha trascendido al imaginario colectivo, el viaje del héroe.

En resumidas cuentas, las historias basadas en el viaje del héroe de Campbell comparten una serie de elementos comunes: siempre se trata de un héroe de origen humilde que consigue dominar un poder de dimensiones sobrehumanas, logrando sobreponerse sobre el mal en última instancia. A pesar de poseer alguna cualidad especial, muestra comportamientos, pasiones y debilidades humanas y, generalmente, en algún punto de la historia es traicionado o sacrificado como un héroe. Muchos de estos elementos pueden ocurrir de manera metafórica, como en el caso de Gladiator, o cambiar su orden de aparición, pero, en última instancia, siempre aparecen reflejados.
Hay cientos de diagramas y artículos en internet que explican en profundidad las fases que componen el arco del viaje del héroe. Si tienes interés por aprender en profundidad más sobre estos elementos, os dejamos con un artículo que os servirá para aprender la teoría y un vídeo muy ilustrativo en menos de un minuto. Pero ahora vamos con la práctica.
El viaje del héroe en El Señor de los Anillos
Una historia única para gobernarlos a todos, una historia para encontrarlos, una historia para atraerlos y atarlos en las tinieblas.
Como editorial de género que somos, vamos a hablar de las grandes obras de la fantasía y la ciencia ficción que, de manera confesa o no, han utilizado el mito del héroe como esquema narrativo.
Este es el caso de la obra responsable de cimentar el germen de la fantasía en el siglo XX: El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien,
De acuerdo con el esquema presentado por Campbell, al inicio conocemos a un joven héroe en un ‘mundo ordinario’, donde lleva una apacible existencia. Como nuestro querido Frodo en la Comarca. Pero, mon dieu, la paz se turba y el héroe es “llamado a la aventura”, debiendo resolver un problema emprendiendo su viaje, como, por ejemplo, destruir un Anillo Único en la otra punta del continente.
En ocasiones se produce un “Rechazo a la llamada”, como, por ejemplo, quedarte procrastinando hasta que un Maia con barba llamado Gandalf te mete el miedo en el cuerpo. Este momento puede coincidir con el “Encuentro con el mentor”, normalmente un anciano sabio que posee poderes sobrenaturales, al que, en este caso, llaman el Gris.
Esto abarca la primera etapa, “la partida” del viaje. En el caso de El Señor de los Anillos, en la segunda etapa, “la iniciación”, también se repiten todos los preceptos presentados por Campbell, algunos de manera muy literal, como el “internamiento en la caverna más profunda” (Moria, ejem, ejem), y esto ocurre de nuevo con la tercera etapa, “el retorno”,
Pero, entonces, ¿eso es todo? ¿Basta con utilizar un diorama y leerse un libro para crear una historia del calibre de El señor de los anillos? Por supuesto que no.
Tolkien, además de escritor, fue un reconocido profesor universitario e investigador de la mitología, literatura y gramática medieval anglosajona. Aportó una herramienta fundamental a la filología inglesa, su glosario A middle english vocabulary, y, más allá de su obra literaria, es precisamente por esta faceta por la que se le reconoce en las facultades de humanidades.
Cuando hablamos de Tolkien, hablamos de un hombre con una sapiencia y talento inusitados, y El señor de los anillos fue el fruto de una vida de acumulación activa y pasiva de experiencias. Utilizó y mezcló sus conocimientos sobre la literatura medieval y la mitología para implantar en el imaginario colectivo criaturas como los orcos, los trolls, o los hobbits, tomando prestados elementos centrales de otras obras (a nadie se le escapan las similitudes de El anillo del nibelungo o Beowulf con El señor de los anillos)
Tuvo, además, la pericia de unir estos elementos con situaciones contemporáneas que, posteriormente, han marcado a las generaciones venideras: muchos teóricos comparan al gran ojo de fuego de Sauron y su Anillo Único con la bomba atómica y sus infinitas implicaciones en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, o la revolución industrial con la creación masiva de orcos en Isengard y la destrucción de los bosques colindantes.

Otro dato significativo es que, aunque la primera parte de El señor de los anillos fuera publicada por primera vez en 1954, y El héroe de las mil caras de Campbell en 1949, Tolkien no se basó de manera consciente en la teoría de Campbell para crear su cosmogonía. La ventaja al hablar de uno de los grandes maestros de la literatura de género y la literatura universal, es que podemos corroborar que Tolkien comenzó a trabajar en el world building de la Tierra Media en 1917, y completó El señor de los anillos entre 1937 y 1949. Simplemente había adquirido el esquema narrativo de Campbell de manera pasiva tras verlo reflejado en cientos de obras antes de la suya.
Por último, Tolkien se sirvió de sus experiencias vitales para describir con todo lujo de detalles algunos de los elementos de la Tierra Media: su feliz infancia en la campiña inglesa de Sarehole (que incluye la palabra agujero en el nombre) parece inspirar La Comarca (The Shire, en inglés) y sus bonachones habitantes que viven en agujeros-hobbit, aunque también se ven reflejados su amor por la naturaleza o sus experiencias en la batalla del Somme.
El Señor de los Anillos y toda la cosmogonía del legendarium es, en general, la obra de una persona fuera de lo común, y, le duela a quien le duela, una creación de ese calibre no está al alcance de cualquiera.
Star Wars Episodio X: El viaje del héroe
Luke, yo soy tu mito.
Con esta frase nunca pronunciada, y no solo por la inclusión de la palabra ‘mito’, nos metemos de lleno en el caso de Star Wars. Aquí la presencia del mito del héroe se vuelve casi indiscutible.
Su autor, George Lucas, tomó punto por punto y de manera confesa las teorías de Joseph Campbell, llegando a introducir elementos obscenamente literales, como el “internamiento en la caverna más profunda”, colocando a su personaje Luke Skywalker en una caverna más bien mal iluminada en el quinto episodio de la saga, El Imperio Contraataca, donde, tras enfrentarse a sus mayores miedos, vuelve a la luz convertido en un jedi dispuesto a derrotar su némesis.
Y, por supuesto, como olvidarnos de su segundo “internamiento más profundo” tras el enfrentamiento con su padre y caída al vacío, “muriendo y resucitando”, ahora sí, convertido en jedi no solo con la disposición, sino con la capacidad de derrotar al mal encarnado por Darth Vader y el malvado Emperador Sith.
Infinidad de elementos del viaje del héroe surcan la obra de Lucas: el encuentro con el mentor, Obi-Wan Kenobi, la ayuda sobrenatural, con el poder de la Fuerza, y la lista sigue.
Y, como escritores y editores, volvemos a la misma pregunta, ¿es imprescindible contar una nueva historia para escribir una buena obra? ¿O basta con copiar una plantilla?
Star Wars es un buen ejemplo de ambas situaciones. La repercusión de la trilogía original es comparable a la tercera trilogía estrenada en el momento de publicar este artículo en términos económicos, pero no en la realidad a pie de calle. A veces copiar la misma historia no funciona.
La supuesta universalidad indiscutible de el viaje del héroe se ha explotado a lo largo del siglo XX hasta exasperar al espectador y lector. Los límites del concepto se han forzado, metaforizando los elementos, alterando su orden de aparición, y omitiéndolos y ampliándolos a discreción de los autores.
Muchos aseguran que la tradición del realismo aristotélico está en declive tras haberse aplicado en todos los ámbitos que uno pueda imaginar. La teoría brechtiana parece anticipar esta debacle en el mundo del teatro, y parece que ahora llegado la hora de cerrar la última página del mito en el resto de ámbitos.
Pero, ¿es eso cierto?
Harry Potter y la piedra del viaje del héroe
Pues parece que no. Poco antes de la llegada del siglo XXI apareció en nuestras vidas un fenómeno de masas que trastocó la fantasía de género y la literatura juvenil: Harry Potter.
Nos encontramos de nuevo ante un viaje del héroe de manual que, además, se repite cíclicamente en cada tomo de la saga. La trabajada estructura quiástica y el camino de la alquimia también parecen ser responsables del triunfo de la saga de la escritora británica J. K. Rowling.
Al igual que en el caso de El Señor de los Anillos o Star Wars, mezclando la tradición nipona de los samuráis con la carrera espacial, en la saga de Harry Potter se nos presentan combinaciones de la mitología universal, especialmente en su bestiario, uniéndolas con la tradición británica medieval de la hechicería y los colegios mayores.
¿En qué quedamos entonces? ¿Está agotado el mito? ¿O es una garantía universal que nunca perderá vigencia?

¿Viaje del héroe sí, o viaje del héroe no?
La realidad es que muchas de las grandes obras de la literatura de género y la literatura universal están inspiradas, de manera consciente y confesa o no, en el monomito campbelliano. Sin embargo otras muchas, no.
¿Es por tanto un remedio infalible para crear una gran historia?
Lo que determina la calidad de una obra es un conjunto de factores. Apoyarse en la arquetipia puede ser beneficioso o contraproducente. No hacerlo también. En cualquier caso, el conocimiento de las herramientas siempre es útil y la decisión final está en tu mano si eres un autor.
A veces, por ejemplo, se pueden tomar solo algunas pinceladas para luego separarse a mitad del camino en busca de algo distinto.
Si te interesa una propuesta como esta última, te recomendamos un título de nuestro catálogo, Heredero del Invierno, de la escritora sevillana Mariela González.
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